Hay quienes nacen con el talento, quienes son reconocidos
por sus prestigiosos estudios, y está Ingo Maurer quien se convirtió en
diseñador industrial de manera autodidacta para revolucionar los conceptos de
iluminación.
A principio de los 60s
trabajó como diseñador gráfico freelance
en Nueva York y San Francisco y en 19633, se trasladó a Alemania y fundo “M
Design”, una compañía de desarrollo y fabricación de lámparas, la cual, más
tarde paso a “Ingo Maurer Gmbh”.
La leyenda cuenta que vio la luz una tarde de resaca en una
pensión de Venecia. Veía doble y del techo, sobre el camastro, colgaba una
bombilla desnuda: "Me pareció lo más hermoso del mundo: una caja de cristal
para un destello de luz".
Su primera lámpara, Bulb, de 1966, era eso: un homenaje a
Edison, una bombilla gigante. Luego, en la que es una de sus piezas más
famosas, le puso alas a otra bombilla y comenzaron los nombres italianos. La
pieza se llama Lucellino porque la vida de Maurer es una historia de amor entre
Nueva York, donde v ivió muchos años, e Italia, donde es una institución aunque
ningún fabricante italiano haya conseguido producir sus diseños.
Maurer comparte con otros diseñadores la idea de que la
bombilla incandescente da la mejor luz: "En Australia se prohibirá su uso
en tres años. Obligarán a usar las de bajo consumo. Esa bombilla da una luz
mortecina que no hace feliz. Yo preveo un boom de los psiquiatras. Se puede
ahorrar más energía si somos conscientes de cómo la usamos. Tenemos que
rescatar nuestras emociones", exclama.
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